Cuando miro cada noche las estrellas ya no pienso en lo pequeña que soy, no las nombro ni las cuento una a una ni las sigo porque sé dónde estoy en el momento, jugando a ser el viento, sin ataduras, no tengo dudas de atreverme.
En el agua sin poder nadar o perdida en algún lugar, con ganas de querer llorar buscando la oportunidad de abrazar la vida, para hacerla mía. Con la piel en blanco, que pide tanto. Aprender. Abrazar la vida, de verdad sentirla, y saber perder y a la vez creer que estaré siempre bien.