Hace demasiados meses que mis payasadas no provocan tus ganas de reír. No es ya no me intereses pero el tiempo de los besos y el sudor, es la hora de dormir. 
Duele verte removiendo la cajita de cenizas que el placer tras de sí, dejó. Mal y tarde estoy cumpliendo la palabra que te di, cuando juré escribirte una canción. 
Un Dios triste y aburrido nos castigó, por trepar juntos al árbol y atracarnos con la flor de la pasión, por probar aquel sabor.
Ni inocentes ni culpables, corazones que destrozan el temporal, carnes de canón. No soy yo ni tú ni nadie, son los dedos miserables que le dan cuerda a mi reloj. Y no hay lágrimas que valgan para volver a meternos en el coche, donde aquella noche en pleno carnaval te empecé a desnudar. 
El agua apaga el fuego, y al ardor, los años. Amor se llama el juego, en el que un par de ciegos juegan a hacerse daño. Y cada vez peor, y cada vez más rotos, y cada vez más tú, y cada vez más yo. Sin rastro de nosotros